domingo, 29 de septiembre de 2013

ANTONELLO DA MESSINA, Cristo muerto sostenido por un ángel (1475 - 1478)


ANTONELLO DA MESSINA
Antonello di Giovanni d'Antonio o (en siciliano) Antonellu di Giovanni d'Antoniu di Missina
ca. 1430 en las inmediaciones de Mesina - 1479, Mesina

Cristo muerto sostenido por un ángel (1475 - 1478)
Tabla. 74 x 51cm 
Museo del Prado, Madrid 


La figura de Antonello de Messina es absolutamente clave en la historia de la pintura italiana. Educado primero en la Sicilia aragonesa, en contacto con la sensibilidad realista y en deuda con el arte flamenco, bien conocido en los estados de Aragón, hizo luego un viaje a Flandes, donde se familiarizó con la técnica del óleo -sus contemporáneos italianos pitan al temple de huevo-, y a su vuelta se estableció en Venecia, donde su visión de lo concreto inmediato y su sentido del paisaje ejercieron amplia influencia. Parte de su legado, tanto técnico como de actitud y sensibilidad estética, se incorpora a la tradición veneciana, asimilado en la obra de Giovanni Bellini y los restantes artistas venecianos de su momento. 
Este soberbio Cristo muerto sostenido por un ángel, que de modo un tanto sorprendente, por lo imprevisible de su aparición, se ha incorporado al Museo por afortunadísima compra en 1965, es pieza muy representativa de su arte y, por fortuna, magníficamente conservada. El patetismo de la expresión de su noble cabeza, acompañado por el sereno llanto sin muecas del ángel niño de alas multicolores, halla su escenario adecuado, resonante de simbolismo, en el amplio paisaje que muestra primero un desierto de huesos y calaveras, sobre el cual se alza, tras un jugoso prado de verdura, la Jerusalén Celeste, representada en tono muy naturalista, con la apariencia de una ciudad murada a orillas del mar, en la que se ha visto un eco de la topografía de Messina. El cuerpo, torneado con plenitud escultórica, y la luz trasparente, son plenamente italianos, pero la minucia delicada del tratamiento de la cabellera o de los paños, quebrados en pliegues angulosos, hablan del paso de Antonello por Flandes. La obra, tan hermosa y equilibrada, habrá de corresponder a la madurez del artista. Quizá se pintase en Venecia hacia 1475-1478.

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